El año 2005 inicié la experiencia de ocupar el lugar de Más Uno para dirigir una serie de tres carteles: “Lecturas sobre los sueños”, que tiene como texto guía la “Interpretación de los sueños” (1900), “Psicopatología de la vida cotidiana” (1901) y “El chiste y su relación con lo inconsciente” (1905). Fueron seis años junto a los cartelizantes de dar lectura a esta “Trilogía del Inconsciente” donde se revela el lenguaje al centro del descubrimiento freudiano.
Sigmund Freud tenía alrededor de 40 años cuando hace el descubrimiento del inconsciente y sus principios de funcionamiento. Este hallazgo fue a contrapelo de la tendencia organicista y patologizante de la clínica de fines de siglo XIX e inicios del XX, en la cual lo que tenía valor causal eran los elementos hereditarios, tóxicoinfecciosos y por último los factores ambientales. Nadie quería contar con que la palabra tuviera el poder de enfermar, y menos aún de sanar.
El planteamiento de Freud fue atribuir un alto valor simbólico a un variado conjunto de material psíquico hasta ese momento despreciado, tanto de la vida de vigilia como del dormir, esto es: los sueños, pesadillas, estados de duermevela, olvidos, lapsus, actos fallidos, tropiezos de la palabra y producciones lingüísticas como los chistes y disparates. Sostener esto requirió tanto más coraje puesto que era una época bajo influencia del Siglo de las Luces, por lo cual el predominio de la razón se imponía. Lo irracional no tenía ningún valor.
Mientras los psi de la época se abocaban al extremo de la patología, es decir, a la enfermedad mental, concebida como un correlato deficitario y/o deteriorante de las funciones y procesos mentales llamados sanos. Freud tuvo el genio y la rebeldía de orientarse por fenómenos cotidianos que ocurrían en la vida de cualquier sujeto, proponiendo una lectura del síntoma en las afueras de los terrenos del pathos, esto es, en los terrenos de la llamada “normalidad”.
Atribuye entonces un valor de síntoma de pleno derecho a esto que él y Lacan coinciden en llamar formaciones del inconsciente y como tales, susceptibles de una lectura.
El nacimiento del Inconsciente entonces abre las puertas a una nueva clínica, la del Psicoanálisis, que propone la cura por la palabra y como tal exige saber leer los sueños, los actos cotidianos fallidos y los chistes, siempre certeros en mostrarnos “la vía regia al inconsciente”.
“Vía regia al inconsciente”(1), así llamó Freud al material onírico, por atribuirle al estado del dormir una baja de las defensas del aparato anímico, y por lo tanto una puesta en escena más cercana al plano de lo inconsciente, siendo el sueño fruto de un trabajo de elaboración y de ciframiento del deseo inconsciente. Este texto, “La Interpretación de los sueños” contiene el primer modelo de aparato psíquico propiamente analítico publicado. Si se considera al sueño como una función de dicho aparato, se entiende mejor que éste no se explique en sí mismo, sino que se interprete según el conjunto de la vida psíquica del sujeto.
El sueño se ofrece como dramatización de una idea, una imagen que se da a ver como rébus, es decir, como enigma susceptible de ser leído. Rechaza los códigos interpretativos rígidos, y propone una lectura subjetiva en función de las claves significantes particulares del sujeto. En eso sigue la tradición interpretativa llamada “en detalle”, donde el sueño es segmentado y analizado en sentido metafórico.
Del material de los sueños extrae importantes conclusiones que mantendrá a lo largo de toda su obra: “el sueño es el cumplimiento (disfrazado) de un deseo (sofocado/reprimido)”(2). De esta hipótesis deberá reestructurar su teoría de cumplimiento de deseos cuando lo soñado, a veces una y otra vez, es penoso o displacentero. Lo hará pensar más adelante en otro modo de concebir el psiquismo introduciendo en 1920 en el texto “Más allá del principio del placer” el concepto de pulsión de muerte. De todas maneras, su material lo lleva por buen camino, y él tiene la virtud de dejarse orientar.
Sobre los mecanismos del trabajo del sueño, Freud nombra cuatro: la condensación y el desplazamiento, la consideración por la figurabilidad y la elaboración secundaria. Los dos primeros reaparecerán a lo largo de toda su propuesta de lectura de cualquier material psíquico. Es lo que Lacan retoma cincuenta años después con los aportes de la lingüística moderna para designarlos como correspondientes a la metáfora y la metonimia, que lo llevará a concluir que “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”(3). Esto es lo que constituirá el estudio de la función del significante en el inconsciente.
Sigamos con la lectura, apenas un año después, en 1901 publica “Psicopatología de la vida cotidiana” donde menciona una serie de pequeñas situaciones cotidianas, olvidos de palabras, lapsus del habla y de la escritura, actos fallidos y “recuerdos encubridores”, apostando que todos ellos son manifestaciones del inconsciente, esta vez en la vida despierta.
El valor de un espacio llamado olvido es la propuesta de Freud, asumiendo que lee en estos espacios de la memoria y de lo dicho una pausa, un signo de puntuación, que no es lo mismo que nada. Nuevamente busca en su propio material y nos presenta el magnífico análisis referido al olvido del nombre propio Signorelli y sus recuerdos sustitutos donde va revisando paso por paso los mecanismos de desplazamiento y sustitución. Lo olvidado es, en cierto sentido, un resto, y este resto va a hacer surgir toda una cadena de nombres sustitutivos.
Y el recuerdo no se salvó de su peine investigador, para eso escribió un capítulo llamado “sobre el carácter tendencioso de los recuerdos”. A la base de ellos existe un desplazamiento, donde lo importante es lo que se desea ocultar. Se revela en este movimiento psíquico de olvido y recuerdo encubridor un conflicto psíquico, donde una fuerza puja por ocultar, y otra por develar.
Así también, la amnesia infantil no tiene que ver con una inmadurez del SNC (sistema nervioso central), sino con procesos complejísimos e importantes para la estructuración subjetiva. Constituye una estrategia de la economía psíquica que estos procesos aparezcan como borrados.
Los recuerdos infantiles tienen la particularidad de presentarse como verdaderas escenas plásticas, teatrales, donde el protagonista puede verse a sí mismo. Otros ejemplos de producciones con esta base, infantil y plástica, incluso fantástica son los cuentos de hadas. Nuevamente, son susceptibles de ser leídos bajo las mismas reglas de lectura del material psíquico ya mencionados.
Finalmente, en “El chiste y su relación con lo inconsciente” Freud inicia su investigación revisando a los autores que ya han escrito sobre el tema. Destaca que en esos estudios el énfasis está colocado en lo cómico más que en lo chistoso, entendido esto último como una ligereza del espíritu, una agudeza. El witz, rasgo de ingenio o palabra espirituosa será el aborde de su investigación.
El primer chiste citado en el texto guía ilumina la técnica del witz. Se trata de un precioso chiste de Heine, quien hace gloriarse a uno de sus personajes, el pobre agente de lotería Hirsch-Hyacinth, de quien el gran barón de Rothschild lo ha tratado como a uno de los suyos, por entero «famillonarmente» («famillionär»). Aquí la palabra portadora del chiste aparece a primera vista como una mera formación léxica defectuosa, como algo ininteligible y enigmático. Por eso desconcierta. Ése sería el primer momento: desconcierto. El segundo momento, el de iluminación, como le llama Kant, es el que resulta de la solución del desconcierto, del entendimiento de la palabra.
Freud describe el proceso de formación del chiste, y por tanto la técnica del chiste, como una condensación con formación sustitutiva; en el ejemplo, la formación sustitutiva consiste en producir una palabra mixta. Esta última, «famillionär», incomprensible en sí misma, pero que enseguida se entiende y se discierne como provista de sentido en el contexto en que se encuentra, es ahora la portadora del efecto por el cual el chiste hace reír.
Los mecanismos del chiste tal como en el sueño y la vida cotidiana son la condensación y el desplazamiento y constituyen los dos polos fundamentales del lenguaje, ya sea en el discurso hablado o escrito, discurso que sigue procesos lógicos e internos a él que permiten en último término registrar el deseo.
Para Lacan el chiste “no sólo es la mejor entrada, sino también la forma más notoria en que el propio Freud nos indica las relaciones del inconsciente con el significante y sus técnicas”(4).
Considero la obra freudiana un testimonio clínico de alguien que abrió nuevos caminos en una época en que se creía que la ciencia lo respondería todo. En ese sentido, espero que mi avance en el psicoanálisis no sea para ir creyendo cada vez “ya sé esto, ya sé esto”, sino para tener los ojos y los oídos bien abiertos a lo que siempre abre a una interrogación: la clínica. Porque el chancro del lenguaje lo portamos todos, habría que retomar cada vez lo que hablar quiere decir.
Verónica Vilches
Notas
1. Freud, Sigmund, Obras Completas, Tomo V, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 2001, (pp. 597).
2. Freud, Sigmund, Obras Completas, Tomo IV, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 2001, (pp. 177).
3. Lacan, Jacques, Seminario 11 “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Editorial Paidós, Argentina, 2001, (pp. 28).
4. Lacan, Jacques, Seminario 5 “Las formaciones del Inconsciente”, Editorial Paidós, Argentina, 1999, (pp. 12).
Referencias
Freud, Sigmund, “Interpretación de los sueños”, en: Freud, Sigmund, Obras Completas, Tomos IV y V, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 2001.
Freud, Sigmund, “Psicopatología de la vida cotidiana”, en: Freud, Sigmund, Obras Completas, Tomo VI, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 2001.
Freud, Sigmund, “El chiste y su relación con lo inconsciente”, en: Freud, Sigmund, Obras Completas, Tomo VIII, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 2001.
Chemama, Roland, “Diccionario del Psicoanálisis”, Amorrortu editores, Buenos Aires, 2004.