Intentaremos abordar el nacimiento del aparato psíquico, tal como Freud lo propone desde el origen de su teoría, es decir en un texto de 1895, el “Proyecto de Psicología”. Se trata de un texto en el que Lacan reconoce “una especie de basamento de la reflexión freudiana”(1), destacando el carácter humano y ético que Freud despliega en este precioso trabajo.
Nos encontramos ante el niño recién nacido, en un estado “anhelante y menesteroso”(2) cuya búsqueda principal es el alivio de la tensión que le depara el apremio de la vida, es decir, las condiciones de tensión en su llegada al mundo, primeramente lo que podría llamarse: hambre. Freud plantea aquí que “una cancelación de estímulo sólo es posible mediante una intervención que elimine por un tiempo en el interior del cuerpo el desprendimiento {desligazón} de Qh(3) y ella exige una alteración en el mundo exterior (provisión de alimento, acercamiento del objeto sexual) que, como acción específica sólo se puede producir por caminos definidos. El organismo humano es al comienzo incapaz de llevar a cabo la acción específica”(4) por sí solo, esto es debido la indefensión inicial del hombre. Freud describe que sólo la presencia de Otro hace posible esta acción procuradora de alivio, la presencia de este Otro que él denomina individuo auxiliador, es condición para la humanización del bebé en su desamparo originario, en su desvalimiento absoluto a la entrada al mundo, Hilflosigkeit.
El hombre sufre una inadecuación originaria respecto a la naturaleza a diferencia del animal. El animal rápidamente puede incorporarse al nacer, su posibilidad de sobrevivencia refiere a la dotación biológica de la especie a la cual pertenece. El hombre por el contrario nace con un organismo que no ha terminado su desarrollo neurológico, lejos está de servirle éste para moverse de forma independiente en el mundo. Esta inadecuación inicial pone al ser humano en una peculiar impotencia al origen de la vida. Se trata de la prematuración del nacimiento en tanto el aparato nervioso está inacabado al nacer. Sin embargo, Freud describe que ya en estos tiempos se pone en funcionamiento un circuito pulsional y una culminación de la libido para el sujeto por perversión del instinto. Esto implica una circulación imaginaria inicial, ya que refiere a la imagen del Otro materno que es la que el niño ve como imagen especular. Se halla entonces originariamente, en presencia de un Amo absoluto, en tanto está sometido a esa imagen. Podemos decir que el niño está desprovisto de iniciativa, limitado a funciones interoceptivas (órganos internos) y propioceptivas (postura, alimentación), es por esto que en el desarrollo psicológico siempre se parte por considerar la etapa de los reflejos, en tanto el niño aparece como un puro organismo, y la succión resulta su principal estrategia de alimentación, en una condicionante biológica inicial. La posibilidad de que este organismo se convierta en cuerpo está dada por la presencia de otro hablante-ser, entendiendo entonces el cuerpo como anclado en determinantes simbólicos que vienen del Otro materno o sustituto.
En estos momentos iniciales, y como lo dice Freud en el texto, la satisfacción sobreviene sólo por el auxilio ajeno “por la descarga sobre el camino de la alteración interior, un individuo experimentado advierte el estado del niño. Esta vía de descarga cobra así la función secundaria, importante en extremo, del entendimiento {Verständigung; o «comunicación}, y el inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales. Si el individuo auxiliador ha operado el trabajo de la acción específica en el mundo exterior en lugar del individuo desvalido, este es capaz de consumar sin más en el interior de su cuerpo la operación requerida para cancelar el estímulo endógeno. El todo constituye entonces una vivencia de satisfacción, que tiene las más hondas consecuencias para el desarrollo de las funciones en el individuo”(5).
Este bienestar del recién nacido Freud nos dice que puede ser observable cuando se halla en brazos de su madre, sus manifestaciones de calma o excitación parecen estar en relación con la proximidad de los senos, su tibieza o su olor, con el modo de ser sostenido y con otros componentes sensitivos que escapan a un observador. Sin embargo lo que se vuelve clave es que este Otro advierte el estado en que se halla el niño, es decir, interpreta su grito, su llanto, y le habla, el inicio de la comunicación tal como propone Freud, se juega aquí, entendemos en esto lo que ya refiere a la entrada en lo simbólico, en el lenguaje.
Esta presencia de otro materno o sustituto que procura el alivio Freud la menciona de un modo similar en “La Interpretación de los Sueños”, pero agregando una consecuencia relevante: “El niño hambriento llorará o pataleará inerme. Pero la situación se mantendrá inmutable, pues la excitación que parte de la necesidad interna no corresponde a una fuerza que golpea de manera momentánea, sino a una que actúa continuadamente. Sólo puede sobrevenir un cambio cuando, por algún camino (en el caso del niño, por el cuidado ajeno), se hace la experiencia de la vivencia de satisfacción que cancela el estímulo interno. Un componente esencial de esta vivencia es la aparición de una cierta percepción (la nutrición, en nuestro ejemplo) cuya imagen mnémica queda, de ahí en adelante, asociada a la huella que dejó en la memoria la excitación producida por la necesidad”(6).
La vivencia de satisfacción, tiene entonces como consecuencia que se opere una descarga duradera, una percepción del objeto, y un movimiento desencadenado como acción específica. La imagen guardada en la memoria, asociada a una satisfacción hace que cuando surja nuevamente el malestar, se querrá restablecer la satisfacción recordada, esto se hará por vías de una alucinación.
En la reaparición de la percepción hay del cumplimiento del deseo, el camino más corto para este es el que lleva desde la excitación hasta la investidura de la percepción. Freud plantea que hubo un estado primero en que ese camino se transitaba realmente, luego, la alucinación buscaría repetir aquella percepción enlazada a la satisfacción.
Sin embargo, ¿es alcanzada la satisfacción?, más bien, este intento de repetir no es sin pérdida, hubo un momento en que sí se experimentó la satisfacción realmente, pero esta vivencia refiere a una realidad que llamamos mítica. Es que sabemos de ella retroactivamente, a modo de lo que fue un paraíso perdido, aquella satisfacción tuvo que estar y perderse para posibilitar una nueva búsqueda y el movimiento deseante.
Si decimos que esta vivencia de satisfacción es de carácter mítico es porque la realidad opera señalando un encuentro que tiene mucho de ficticio, y que marca un enclave particular en la historia de cada sujeto. Sin embargo, esto se construye a posteriori, ante el encuentro ineludible es infaltable el desengaño, la satisfacción no sobreviene, la necesidad perdura, lo que se produce entonces es un rodeo para el cumplimiento del deseo, rodeo que la experiencia ha hecho necesario (7). Tenemos entonces un problema a que atender, en tanto se propone un sujeto que se rige por el principio del placer, pero para quien su satisfacción nunca es definitiva.
Lacan advierte en el Seminario 5 sobre las implicancias de tomar al principio del placer como mecanismo originario inicial, partiendo de aquí una crítica a la escuela inglesa (Klein, Winnicott). Retoma entonces de Freud la idea de que la satisfacción tiende pura y simplemente a reproducirse sobre el plano alucinatorio, sin embargo nos pregunta, si está en la naturaleza del ciclo de los procesos psíquicos el crearse a sí mismo su satisfacción, ¿por qué la gente no se satisface?, remarquemos que esta pregunta Lacan la plantea siguiendo en la lógica del Proyecto, año 1895, y la responderá desde allí, “sin duda, es que la necesidad sigue insistiendo. La satisfacción fantasmática no puede satisfacer todas las necesidades (…) Lo que apunta en el horizonte es que se trata ciertamente, a fin de cuentas, del carácter muy posiblemente ilusorio del objeto sexual”(8).
Carácter ilusorio del objeto sexual, retengamos esto.
La crítica consiste en que se ha impregnado el pensamiento analítico de esta idea de relación de la necesidad con su satisfacción, entendiendo esto como las gratificaciones primordiales o frustraciones también, consideradas decisivas en el origen de la vida en la relación del sujeto con la madre, quedando en una dialéctica de la necesidad y su satisfacción.
No se trata de eso, hay para Lacan, siguiendo a Freud, una discordancia fundamental(9) entre la satisfacción alucinatoria de la necesidad y lo que la madre o sustituto, da al niño. Se abre ahí una hiancia que le permite al sujeto un reconocimiento del objeto como decepcionante. Este carácter decepcionante es fundamental, fundante, porque refiere a la imposibilidad de la satisfacción del deseo. De aquí que Lacan propone hablar desde el comienzo de deseo y no de necesidad, esta si tiene objeto, mientras que el deseo no, y se halla desde el comienzo para el hombre porque está destinado a una relación con el significante, esto es lo que llamamos la perversión del instinto. El sujeto se encuentra de entrada con la cadena significante, se trata de “algo que tiene una relación fundamental con la ausencia del objeto y presenta ya un carácter de elemento discreto, de signo”(10) . Nuevamente esto Lacan lo extrae de su lectura rigurosa de Freud, quien en este nacimiento de las estructuras inconscientes, en su carta 52 a Fliess, comienza a formularse un modelo del aparato psíquico admitiendo en el origen una inscripción mnémica que va a responder alucinatoriamente a la manifestación de la necesidad, y que no es otra cosa que esto: un signo, Zeichen.
Lacan traslada esta referencia a la marca, a la huella, con un juego de palabras en relación a Robinson Crusoe, está la huella de un paso (pas) tiempo en que comienza a articularse en el pensamiento la función del sujeto como tal, Robinson ante la huella de un paso (pas) que le muestra que en la isla no está sólo. Lacan pone el acento en la distancia que separa este paso (pas) de lo que deviene fonéticamente el no (pas) como instrumento de la negación(11).
Con el doble sentido de pas-de-sens: paso de sentido/nada de sentido o sinsentido(12), refiere al significante en su posibilidad de desaparecer y reaparecer de nuevo, pas de traces no hay huellas y traces de pas huellas de pasos, lo que constituye la marca del sujeto como tal. Y es que el significante contiene un carácter evanescente, el pie de Viernes que Robinson descubre en el curso de su paseo por la isla, no es un significante sino porque Robinson, por una razón cualquiera, borra este rasgo. Es porque Lacan pone el acento en lo que Freud mismo definió como una característica del objeto, en tanto perdido, que la huella entonces testimonia una presencia pasada(13) dice Lacan, destacando el carácter evanescente que da la marca significante. Es algo que se presenta como pudiendo ser borrado lo que inaugura el significante. Robinson Crusoe borra la huella del paso de Viernes, pero, ¿qué hace en su lugar? Si quiere guardar el lugar del pie de Viernes, hace falta, por lo menos, una cruz, es decir, una barra (/) y otra barra (X) sobre ella. El significante tiene la posibilidad de presentarse como pudiendo ser borrado, y aun así subsistir(14).
Es porque el hombre entra en el mundo simbólico que el objeto no puede ser alcanzado, salvo por una suerte de sucesión infinita de pasos-de-sentido (pas-de-sens ), “el hombre (…) está condenado, por la captura de su deseo en el mecanismo del lenguaje, a esa infinita aproximación nunca satisfecha vinculada al propio mecanismo del deseo, que llamaremos simplemente la discursividad”(15). El impacto de las primeras sensaciones de placer, de los olores, del contacto, de los sonidos, se inscriben en una polisemia inicial, bullicio semiótico(16) que se ordenan por el olvido. Es que por el carácter de signo, de marca, que toma esa vivencia de satisfacción inicial, el sujeto logra la construcción de una memoria a partir de la operación de la represión. El paso de lalengua a la-lengua como discurso permite una solución de finitud a la eterna búsqueda del paraíso perdido del cual sólo quedarán unas coordenadas siempre singulares, subyacentes al equívoco insalvable y siempre enriquecedor del decir.
Carola Orler
Notas y Referencias
1. Lacan, Jacques, El seminario 7. La ética del psicoanálisis, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1997. (p.48)
2. Freud, Sigmund, Proyecto de psicología (1950 [1895]), Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1998. (p.414)
3. Cantidad de energía
4. Freud, Sigmund, Proyecto de psicología (1950 [1895]), Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1998. (p.362)
5. Freud, Sigmund, Proyecto de psicología (1950 [1895]), Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1998. (p.363)
6. Freud, Sigmund, La interpretación de los sueños (1900 [1899]), Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1998. (p.557)
7. Freud, Sigmund, La interpretación de los sueños (1900 [1899]), Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1998. (p.558)
8. Lacan, Jacques, El seminario 5. Las formaciones de inconciente, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1999. (p 223)
9. Lacan, Jacques, El seminario 5. Las formaciones del Inconsciente, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1999. (p 224)
10. Lacan, Jacques, El seminario 5.Las formaciones de inconciente, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1999. (p 227)
11. Lacan, Jacques, El seminario 9. La identificación. Inédito, transcrito por la EFBA, (p. 39)
12. Lacan, Jacques, El seminario 5. Las formaciones de inconciente, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1999. (p. 103)
13. Lacan, Jacques, El seminario 5. Las formaciones de inconciente, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1999. (p.351)
14. Lacan, Jacques, El seminario 6. El deseo y su interpretación. Inédito, transcrito por la EFBA (p.56)
15. Lacan, Jacques, El seminario 5. Las formaciones de inconciente, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1999. (p. 126)
16. Pommier, Gérard, La excepción femenina. Ensayo sobre los impases del goce, Editorial Alianza, Buenos Aires, 1993.